20 de diciembre de 2013

Ole Bratt Birkeland y su Utopía

A estas alturas se han filmado todo tipo de series: buenas, malas, de culto, con grandes actores, con malos actores, con grandes efectos especiales y de bajo presupuesto. Sin embargo si hoy acerco Utopía a este blog, es por su fotografía.

Utopía es una seria británica, rodada durante el 2012, la cual consta de 6 capítulos. A pesar de su corta duración, esta creación es capaz de atraparnos hasta el punto de necesitar conocer su desenlace desesperadamente.


Más allá de su trama, más que destacable y motivo por el cual sería suficiente recomendar el visionado de la serie, nos encontramos con su espectacular fotografía. Como si de una composición pop se tratara, Utopía cuenta con infinidad de escenas en que los colores tienen un peso fuera de lo común. Amarillos, verdes y violetas captan la atención del espectador, que sin comerlo ni beberlo ve como acaba siendo  parte fundamental de la serie, como también la banda sonora.


El responsable de esta maravilla visual es Ole Bratt Birkeland, quien ha dejado su sello personal en coloridas tomas y magníficos encuadres. De hecho, esta serie llegó a mí gracias al cartel promocional, que me llamó tremendamente la atención debido su intenso color amarillo. Me entró la necesidad de saber de qué iba la cosa y acabé viendo la serie entera.


Sin más os dejo este pequeño vídeo que he elaborado a partir de las escenas que más me gustaron de los primeros capítulos a nivel visual. Importante activar las anotaciones de YouTube para ver los comentarios que he ido haciendo.



P.D. Para que veáis que no voy de farol con esta serie, os contaré que se la recomendé a mi compañero Iván, quien de la misma manera que yo quedó atrapado con Utopía. Si queréis leer su reseña, haced click aquí.

Logorama, un corto de animación

Logorama es un corto de animación francés creado el año 2009 por François Alaux, Hervé de Crecy y Ludovic Houplain. En poco tiempo se ha convertido en un referente ganando varios premios entre los que destacan el Premio Kodak en el Festival de Cine de Cannes del 2009, y el Óscar al mejor cortometraje animado en los Premios Óscar de 2009.


Todos los personajes de este corto, así como sus paisajes y edificios son representados por logos, de ahí el nombre de logorama, y narran una trama totalmente seguible aunque no haya ningún elemento “real” en toda la animación. Lo que más sorprende una vez metido en el visionado, es la capacidad que uno tiene para reconocer todos o casi todos los logos que van apareciendo. Se debe tener en cuenta que la producción narra unos hechos que ocurren en la ciudad de Los Ángeles, y como tal hace alusión a los logos de Estados Unidos, resultando traumático que sean los mismos que aquí. Es una clara demostración de la globalización que ha adquirido el planeta durante estas dos últimas décadas, aunque no voy a entrar al trapo porque este tema da para un debate mucho más amplio.


¿Entonces deberíamos felicitar a aquellos diseñadores gráficos a quienes encargaron el desarrollo de las imágenes corporativas que aparecen en el film? Ciertamente sí, pues somos capaces de reconocer sus logos, aunque sean de marcas que jamás hayamos comprado o que jamás vayamos  a comprar. Quien a estas no esté de acuerdo con esta afirmación, al vídeo le remito. Por lo tanto debemos aplaudir su trabajo, ya que han cumplido el cometido de crear una grafía que se asocie a la marca.


Si estiramos un poco el chicle, podríamos llegar a decir que el objetivo de un buen creador de logos es que su obra acabe en Logorama, ya que querría decir que ha triunfado y que la gente lo reconoce. También me gustaría decir, que no sé hasta qué punto los logos actuales “nos gustan” por cómo son o a base de repetición. He estado observando (y no hace falta ser muy avezado para llegar a conclusiones) que cada vez los logos están presentes en nuestra sociedad. Casualidad será que McDonald’s, Starbucks o Apple tengan sucursales en cada esquina de la ciudad. Además hacen todo lo posible para que su logo tenga la máxima presencia. Por ejemplo siguiendo con el ejemplo anterior, Starbucks vende sus café para llevar con el logo estampado en los vasos, lo que hace que su consumidor sea un “hombre anuncio” allá donde vaya. Lo mismo pasa con los usuarios de IPhone, que tienen detrás de su dispositivo la famosa manzanita. No obstante, este hombre anuncio no se siente ofendido, más bien al contrario, se siente orgulloso de anunciar que utiliza IPhone o que es un habitual de Starbucks.


Lo que quiero decir con este artículo es que sufrimos un bombardeo de logos, que arrecia día a día y que hace que los vayamos asimilando más y mejor, lo que nos lleva a un mayor reconocimiento de las marcas y nos demuestra la importancia que tiene el branding de las principales empresas en nuestros días.


17 de diciembre de 2013

Coca-Cola y la campaña de los nombres

Hola de nuevo a todos. Hoy me gustaría hablar un poco de Coca-Cola. Hay muchas cosas interesantes que se pueden comentar sobre la marca comercial más popular del planeta: su logo, las campañas publicitarias que consiguieron convertir a Papa Noel en un abuelete vestido de rojo, su cada vez más cercana al monopolio cuota de mercado (Coca-Cola, Fanta, Nestea, Aquarius, Sprite, Powerade, Burn, Nordic Mist, Limón&Nada, Minute Maid, Aquabona…), etc. No obstante, considero que estos temas ya están muy tratados y será muy difícil que aporte algo nuevo al debate.

Lo que sí que me gustaría hacer es profundizar un poco sobre algo más actual y que da lugar a la reflexión: la última campaña de la empresa. Si eres mínimamente observador, te habrás dado cuenta de que últimamente las latas de Coca-Cola llevan nombres estampados en su superficie, casos de ello podrían ser: “comparte una Coca-Cola con Cristina”, “comparte una Coca-Cola con Pedro”, “comparte una Coca-Cola con Papa” y así hasta un total de 122 nombres que puedes consultar aquí.


¿Ha sido esta campaña un éxito? A nivel de popularidad, sin duda. Creo que no soy el único a quien se le ha llenado el Facebook de fotos de colegas con las latas que llevan sus nombres. Pero, ¿por qué tanto ruido por una lata con tu nombre? ¿Si Schweppes (por decir alguna) hubieses realizado esta misma campaña, los resultados hubiesen sido los mismos? No lo creo, y es que el poder de Coca-Cola es difícil de batir. Su inmensa popularidad hace que cualquier acción que realicen goce de una repercusión bárbara. Pienso que existe una cierta predisposición a asimilar lo que Coca-Cola nos quiera contar, que hace que de entrada sus campañas se vean con buenos ojos por parte de los consumidores. ¿Si no, por qué tanto alboroto por un nombre escrito en la lata?, lo pongo con rotulador permanente y ya está. Pero no, no parece ser lo mismo. Supongo que el hecho que aparezca tu nombre pintado ahí desde que la lata sale de la fábrica, hace pensar que han pensado en ti, que te dan un trato mucho más personal, ¡pero es que estamos hablando de Coca-Cola, el gigante internacional!

Sea como sea, ya han conseguido que miles de personas compartan su foto con la lata en las redes sociales, dando una presencia en estos medios (que son los que a día de hoy mueven el mundo, no nos engañemos), que no tiene ningún otro productor de refrescos, potenciando su imagen de marca. La gente lo comparte porque le hace ilusión, le hace gracia y le gusta sentir que tiene su momento de gloria. No lo hacen para darle publicidad a Coca-Cola, aunque a la postre es como si lo fuera para ella.

También han conseguido decorar la habitación de muchos niños, que han colocado la lata con su nombre en la estantería. Con esta práctica, Coca-Cola se asegura la fidelización de sus clientes de por vida, y… ¿cuánto les ha costado? nada. Indudablemente, la campaña cumple su propósito.


Mi compañero Joan compartiendo su lata en Facebook

Pero no es oro todo lo que reluce. Investigando un poco el tema, me topé con este artículo, el cual trata de ver los puntos oscuros de la campaña de la que estamos hablando. Como siempre, ¿quién mejor que alguien que trabaja día a día con el producto para opinar sobre él? En este caso, se trata del reponedor, que algo del tema sabrá, ya que es él quien se encarga de las latas en el súper.

Cuenta que la promoción lejos de aumentar las ventas, las disminuye. ¿Cómo puede ser esto posible? Pues bien, desde que comenzó esta historia ha notado como tiene que reponer menos palés de Coca-Cola y según nos cuenta se debe a la actitud de los consumidores hacia la promoción. Desguazan los packs grandes de supermercados buscando una lata con su nombre, dejando el conjunto inservible. De manera que los habituales compradores de estos packs, optaran por llevarse una cuantas latas en vez del pack completo, ya que su manejo es más sencillo y  por tanto las ventas se ven resentidas. Así pues, el hecho de que se queden las latas desperdigadas por los estantes repercute en percepción que tienen los compradores respecto a  la marca, que acaba dando una mala imagen.


Llegados a este punto me gustaría ir echando el cierre al artículo y sacar algunas conclusiones. Me pregunto si la campaña se puede considerar un éxito. Si lo comentas con la gente, lo normal es que te digan que sí, que Coca-Cola ha triunfado “compartiendo” latas. Sin duda ha tenido una repercusión brutal que ha relanzado la imagen de la corporación (si es que hacía alguna falta). No obstante mi duda es si realmente la campaña era buena o la hemos hecho buena los consumidores. Poner nombres en las latas no parece la idea más rebuscada del mundo, seguro que a alguien se le había ocurrido antes, pero por algún motivo u otro no lo había llevado a cabo. De alguna manera, y por resumirlo todo muy rápido, diría que es una campaña normalita, pero que se ha magnificado de una forma que no sé, si ni los de la misma Coca-Cola esperaban, gracias al efecto suscitado en los compradores.

Siendo Coca-Cola una empresa colosal con unos beneficios astronómicos, ¿no podríamos exigirle algo más? Pienso que siendo tan potente, la compañía se podría permitir contratar los mejores publicistas y expertos en márketing y no dudo que lo haga, pero como cliente creo que nos merecemos algo más, pienso que podrían sorprendernos con cosas mucho más arriesgadas u originales.